Cardo Máximo

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Todo lo que será, ya fue

DICE EL Eclesiastés: “Lo que es, ya fue; lo que será, ya fue, y Dios vuelve a traer lo que pasó”. El eterno retorno de los tiempos expresado en un solo día en el que el rito invita a pensar que todo vuelve al mismo sitio del que partió, todo surgió a partir del polvo interestelar con el que nos fundiremos cuando la tierra no sea más que barro abrasado. Entropía del miércoles de Ceniza: la materia busca la estabilidad que le ofrece la forma más desorganizada posible, el polvo inerte en que nos convertiremos sin remisión. Sólo somos un paréntesis infinitamente más fácil de cerrar que de abrir: ¿qué provecho saca el hombre de todos los afanes que persigue bajo el sol?

Lo que será, ya fue. El ciclo vuelve a empezar hoy para que todo desemboque en otro Domingo de Ramos como los que ya fueron, como los que tendrán que ser. Alegoría de la rueda en la que consumimos nuestra existencia, viendo pasar las estaciones, saludando a los que llegan, despidiendo a los que se van, fatigados y exhaustos bajo el implacable paso del tiempo inexorable. Nada nuevo hay bajo el sol, tampoco nosotros.

La ceniza que llevo hoy sobre la frente me la impuso el domingo Carmen contando la última Nochevieja de su padre, de cuerpo presente en el responso en una de esas capillas impersonales de los tanatorios. Aquella jovencita de 18 años recién cumplidos hablando sin derramar una lágrima en pasado de quien más la había querido estaba echándonos puñados de ceniza encima a los presentes, embadurnándonos la cabeza, empolvando los pensamientos de cada uno, directamente a los ojos: mirad en lo que acabarán vuestros afanes, recordad en qué acabarán vuestros trajines.

Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada. Quién de nosotros llegará a otro miércoles de Ceniza, a quién le sonreirá la fortuna y se hará rico, quién perderá el trabajo, se ocupará en vano de procurarse sustento, se deshará su familia y su hacienda se arruinará. Sólo ante nosotros la ceniza inerte en que se consumirán nuestros días.

Hoy somos y mañana dejamos de ser. No hay más que polvo, ni siquiera enamorado. Grisura yerma de residuos sobre la que no crecerá ninguna yerba ni alimentará ninguna semilla. No somos nada: quien lo olvida, empieza a morir. «Así que esta es mi conclusión: la felicidad consiste en comer, beber y disfrutar de todo el trabajo que se hace bajo el sol, durante los días de vida que Dios da al hombre, porque esa es su recompensa», dice el Eclesiastés. Y dice bien.

 

22/2/12


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