YA ESTÁ. Tanto modelito y tanta maleta negra arrastrándola todo el santo día –Dios, qué llevará esta mujer en la maleta, que parece que está en un permanente puente aéreo– no eran augurio de compromiso revolucionario. No con el Estado de Derecho y la Administración de Justicia, esas antiguallas de las que se valen los plutócratas para santificar la propiedad privada y apropiarse impunemente de las plusvalías del proletariado, sino con la clase obrera que en vez de ir al paraíso, ahora va al Mercadona a llenar la despensa. La imputación del camarada Torrijos por la venta de unos suelos ha sido la última prueba de que la juez Mercedes Alaya es un agente activo en la explotación de los trabajadores. Quién sabe si la magistrada cobra en secreto de la CIA con el encargo de acabar con los irreductibles defensores de la lucha de clases en Sevilla.
Pues claro que sí. Su señoría es la clave de una conspiración contra el grupo municipal de Izquierda Unida por negarse a «favorecer procesos de encarecimiento artificial del suelo y de las viviendas resultantes y, mucho menos, con suelos de propiedad pública», según la nota de apoyo que ha hecho público el grupo municipal de Izquierda Unida. Los especuladores, qué calaña. «El suelo está situado junto a un renombrado centro comercial», dicen en IU para que a todo el mundo se le venga a la cabeza dónde está el demonio capitalista. ¡No se iban a quedar cruzados de brazos mientras Torrijos los metía en cintura con los suelos de Mercasevilla!
Hay que reconocer que la prosa revolucionaria ha bajado muchos enteros, quizá por el abuso que se hizo de ella, como sucede con los pregones cofrades: la repetición conduce al empobrecimiento. Pero este párrafo del grupo municipal de IU permite reencontrarse con la mejor tradición del discurso de izquierdas: «No hay que olvidar que el tiempo nos ha dado la razón y que los procesos inmobiliarios y especulativos han sido las causas que han metido en una crisis histórica a todo el sistema capitalista».
Ole ahí. Cómo saltar de la juez Alaya a Lehman Brothers en cuatro párrafos: un prodigio sólo al alcance de quienes tienen el santo de cara –es de esperar que los camaradas no se irriten más de la cuenta por tan provocativa metáfora– y confían en la victoria final de la famélica legión, conducida a la toma del palacio de invierno arremolinada tras la bandera roja.
Gracias a la nota del grupo de IU, la juez Alaya ha quedado desenmascarada: es una lacaya del capitalismo. Ahora sólo nos queda saber si, con la venta de los terrenos, Torrijos hizo de tonto útil. O incluso inútil.
8/4/11
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