EL PRIMER NAZARENO y el primer azahar tienen más literatura encima que la plaza de la Signoria de Florencia. Antes, cuando la Semana Santa empezaba el Domingo de Ramos, el primer nazareno -casi siempre blanco, de La Paz o de la Borriquita- se tomaba como precursor de lo que había de venir: una especie de cigüeña que por San Blas volvía al campanario como augurio de los días templados que se aproximaban. Ahora, como el cambio climático ha vuelto turulatas a las cigüeñas y la Semana Santa empieza el Viernes de Dolores, el primer nazareno puede ser hasta de ruán negro cruzando el puente de Triana y así no hay manera de idealizar nada. Pero ahí seguimos, con los azahares y los primeros nazarenos en danza por los pregones. ¡Pues no da juego un primer nazareno en el arranque de un pregón! ¡Cualquier día hasta le hacen un monumento!
Bueno, pues el heraldo de la primavera no es ni el primer nazareno de la mañana del Domingo de Ramos ni el primer brote de azahar. El verdadero alférez de la compañía primaveral son las tirantas de los vestidos femeninos. Ah, si las muchachas sacan los vestidos de tirantas, entonces es que la primavera está al caer.
Así que ahora, lo que procede es que un servidor se explaye haciendo literatura barata de la tersura de la nívea piel de mocita que dejaban ver los modelitos con los que un grupito de chavalas, a todas luces extranjeras, avanzaban resueltas por delante de San Telmo el viernes a las tres de la tarde. Ahí estaban las primeras tirantas de la temporada, con vestiditos de bámbula y camisetas escotadas mientras el sol les acariciaba los hombros y una suave brisa les erizaba la piel.
Después, el invierno ha torcido el rabo y nos ha echado encima alguna borrasca con lluvia y frío. Pero para aquellas jóvenes rubias, quién sabe si de Des Moines o de Rostock, acostumbradas a nieves que duran meses, los 20 grados que marcaba el termómetro eran suficientes para enseñar los hombros. Naturalmente, cuantos nos cruzábamos con ellas íbamos embutidos en bufandas, chaquetones y toda esa impedimenta con la que los sevillanos tratamos de combatir inútilmente los fríos. ¡Lo mal que nos vestimos los sevillanos para el invierno!
Tomadas como avanzadilla primaveral, las tirantas tienen un inconveniente sobre el primer nazareno o el azahar. Para nada se trata de una señal irreversible como la de los penitentes camino del templo o los botoncitos blancos en los naranjos. ¡A saber cómo se habrán vestido hoy mis vestales de la primavera, con la que está cayendo hoy!
javier.rubio@elmundo.es
15/2/11


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