Obviamente, como dirían mis hijas y los de su generación,se trata de un pregunta retórica. No es ningún acertijo con el lector posando en el crucero de la iglesia de San Esteban de Cos en el pueblo de dicho nombre. Una vez tuve una alumna, Cristina con ese apellido, pero esto es solo una asociación de ideas bastante fútil, quizá porque estoy muy cansado.
La etapa acababa en Bruma, del municipio de Ordes, que antes se llamaba Órdenes porque en su nudo ferroviario se daban las órdenes de circulación de los trenes. Al menos, eso me explicaron una vez que nos quedamos en una casita con las niñas y mi cuñada. Pero el alojamiento en Bruma hace honor a su nombre y se disipa en cuanto sale el sol y se agotan las plazas del albergue público, más las de otro privado reciente más todo lo que disponga de cama, catre, litera o similar.
El caso es que a mi compañero Diazpe no hay quien le gane a tesón y encontró con antelación alojamiento en Casa San Pedro, también en Bruma pero a 3,6 kilómetros del núcleo principal. Eso que descontamos para la etapa de mañana. Así que estoy en San Pedro, pero no de Roma sino de Bruma. Donde quería estar. Donde me ha traído el camino. Otros exhiben plumas de pavo real porque están en la misma ciudad donde se va a elegir al nuevo Papa con idéntica capacidad para adelantar la exclusiva y mover los hilos que yo, que estoy peregrinando a la tumba del Apóstol.
Le he dado vueltas a esto durante toda la etapa, larga y fatigosa, aunque no muy dura. Mi amiga Rosa me escribió desde Córdoba por saber cómo me iba la Feria. Y sospecho que a Ignacio le hubiera gustado tenerme cerca aunque sólo fuera para corregirle con Timor Oriental y su cardenal.
Pero estoy aquí, y no me importa. Ya me pasó con la investidura de Juanma Moreno, que me pilló en Jerusalén. Me encuentro aquí. Sentado en el patio charlando con Antonio, el yerno del dueño del albergue, mientras trato de enhebrar estás letras sin parecer demasiado descortés. Me encuentro aquí tiene otro sentido más profundo: me reconozco en el peregrino torpón y dolorido que camina despacio y reza el rosario mientras alrededor hablan de bagatelas. Ventajas de llevar preparado el viaje, sin mochila y con taxi de recogida.
Me encuentro aquí quiere decir, en realidad, que no querría estar en otro sitio ahora mismo. Y que me enfoco en cada paso que doy sin mirar la senda que dejé de pisar ni suspirar por la que me gustaría recorrer. Eso lo enseñan los monjes: a vivir el presente con tanta concentración que no se anhele más que lo que se trae entre manos en cada preciso instante. Y en esas estoy.
Rezando por los cardenales del cónclave convencido de que es lo único que puedo hacer en este momento (por si las moscas, del periódico me pidieron un perfil de un elector que no sé dirá por si sale elegido, que completé antes de echar a andar). El día anterior, en Betanzos, el curita joven con acento madrileño se marcó una misa ‘pro eligendo Pontifice’ con su oración colecta, su canon romano enterito y hasta sus dedos canónicos.
No me llamó la atención porque vestía sotana y roquete. Y tenía ese punto de regusto por la liturgia bien hecha que les inculcan en los seminarios. Pero no voy a seguir por ahí, que ésta no es una crítica de misa como las que perpetró los sábados en ABC. El caso es que todo estuvo medido menos la oración de los fieles en que se pidió “por el Papa y los obispos” con sede vacante. Son los riesgos de seguir a pie juntillas el formulario de la novena a la Virgen de Fátima.
Al final de la misa, el curita nos bendijo a los peregrinos. Por lo que me llevé dos bendiciones: esa y otra antes con el Santísimo cuando iba a reservar tras el manifiesto antes de empezar la misa. Será que me quiere aquí ahora. En San Pedro de Bruma y no de Roma. Todavía no se ha anunciado la primera fumata.De todo lo demás, Dios dirá.


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