No hay más que darse una vuelta por el centro cualquier mañana de domingo. Aquello es una feria. No de las naciones, que ésa está con su estridencia y sus pringues en el Prado de San Sebastián, sino de los ciudadanos. En la plaza de San Francisco, familias enteras aguardan cola para entrar a la exposición sobre la vida cotidiana en Roma. En la calle Sierpes, intenso trasiego alrededor del Círculo Mercantil para visitar la exposición sobre el vigésimo aniversario de la Expo. Y por todas partes, sevillanos y forasteros a porrillo parándose aquí y allá a tomar un yogur helado, un papelón de pescado o una paella contrahecha, que hasta ese punto llega la oferta gastronómica. La ciudad nunca es una realidad inmutable: la hacen los ciudadanos a medida que la viven, la disfrutan y la padecen. El centro histórico y comercial de Sevilla ha dejado de ser el meollo de la actividad administrativa entre semana para convertirse en un lugar de esparcimiento al que se acude los fines de semana en familia a echar el día. Vamos: de excursión al parque temático del centro.