Vaya por delante que los accionistas del Sevilla son muy libres de consentirle al presidente de su consejo de administración lo que tengan por conveniente, pero en las conductas de José María del Nido y del presidente del Poder Judicial, Carlos Dívar, late la misma interesada confusión entre los límites de la vida privada y la representación del cargo que se desempeña. Del Nido puede alegar lo que quiera para hacer uso del parque automovilístico del club en su provecho, pero los sevillistas rocieros de pro tendrían que pararle los pies. A la aldea almonteña no se va en representación de nada ni de nadie: ¿qué tipo de peregrinación es ésa?

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