Cardo Máximo

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La luna de los poetas

DESDE LA balconada de la redacción, la  superluna llena de mayo semeja una enorme hostia profana con color de nata con la que hacer la primera comunión cósmica, que es tiempo de pascua. Ahí está, tan cerca y tan perfecta como un disco argentino. Es fácil embelesarse contemplándola mientras el frenesí de las llamadas telefónicas va amortiguándose conforme la noche se traga el trajín diario con su boca negra. A lo lejos, un par de luces intermitentes en lo alto del puente del Centenario le hacen guiños por turnos a la inmensa bola en su perigeo. Mientras Sevilla duerme –aunque el teletipo no da cuenta de ningún asesino del pintalabios detenido en las últimas horas– y el periódico se echa a la mar sobre los rodillos de caucho, la luna sale a dar las buenas noches –y buena suerte– a quienes la contemplan ahí arriba, tan pletórica como si estuviera de estreno. Al menos desde marzo de 1993, la última vez que la vimos tan inmensa que no cabía en el cielo de Sevilla y por eso baja a bañarse en el río sin que ninguna lánguida Audrey Hepburn le cante Moonriver para que se duerman los gatos.

Es la misma luna de los poetas, la luna de los lunáticos, la luna de los maniáticos, la de los lunares, la de los cráteres, la de los adláteres. La luna de Lorca que «vino a la fragua / con su polisón de nardos» para llevarse al niño que la mira, mira, que la está mirando. Esta luna desafiante del astro rey a decir del Divino: «Rojo sol que con hacha luminosa / coloras el purpúreo alto cielo / ¿hallaste tal belleza en todo el suelo, / que iguale a mi serena luz dichosa?».

Es la luna plena de esta semana también santa si queremos que lo sea. Et in Arcadia ego de nuestras nostalgias: «Mágica por el cielo la luna fulge, llena luna de parasceve. Azahar, luna, música, entrelazados, bañan la ciudad toda». Luna en este paraíso que construiremos si nos apetece entre nosotros con palabras de Vicente Aleixandre: «Símbolo de la luz tú fuiste, / oh, luna, en las nocturnas horas coronadas». No se ven callejas desde este balcón, sino un barrio viejo y cansado que a dormir se apresta: «En la noche la paz de la luna / alumbra la blanca ventana moruna». Luna para enamorados, para esconderse bajo las palabras de una cama deshecha «en esa / noche y luna del dormir, / que pienso en el otro lado / de tu sueño, donde hay luz / que yo no veo».

Luna que seguirá aquí cuando a nosotros nos toque partir y serán otros la que la contemplen desde este mismo balcón: «Noches tuyas, luna total : ¡ oh luna, luna entera! / Yo te amé en los felices días coronados». Incluso te amaré en las tristes jornadas destronadas que han de venir.

8/5/12


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