Las evidencias científicas aún no han logrado desentrañar el misterio que envuelve el varamiento de ejemplares de mamíferos marinos: de repente, sin que se sepa a ciencia cierta la razón, grupos enteros de ballenas se dirigen derechas a una playa donde se dejan morir abrasadas por el sol en cuanto baja la marea y quedan varadas sin posibilidad de volver a su medio de vida, en alta mar. Los esfuerzos bienintencionados por devolverlos resultan inútiles ante la desazón de quienes se ven incapaces de salvar los cetáceos. ¿Mero seguimiento del líder hasta la muerte?, ¿escasez de alimentos o sensación de superpoblación?, ¿lesión fatal del sentido de la orientación?, ¿confusión con señales ultrasónicas procedentes de señuelos erróneos?, ¿hartazgo de vivir en el mar, cansancio sin más? Nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que impulsa a los cetáceos en esos momentos dramáticos que preceden a su último viaje.
Tampoco es posible averiguar qué ha llevado a la actual dirección socialista andaluza a perseguir su suicidio político en la orilla de Carme Chacón, donde han quedado varados con el triunfo de Alfredo Pérez Rubalcaba. El presidente andaluz, José Antonio Griñán, promovido a la decorativa e insulsa presidencia del partido, contempla a su alrededor un panorama desolador con los cadáveres políticos de su mano derecha en el partido (Susana Díaz), su portavoz en el Consejo de Gobierno (Mar Moreno) y su jefe de filas en el Parlamento (Mario Jiménez) además del presidente de la Diputación más importante que sigue controlando el PSOE en Andalucía (Fernando Rodríguez Villalobos) y otros cuatro secretarios provinciales. La lancha de rescate sólo ha podido izarlo a él mismo dejando atrás al resto del grupo. Para acentuar su soledad y para que, como les ocurre a los generales capturados vivos por el enemigo, le torture la contemplación con horror de los restos del ejército al que un día dictaba órdenes.
No se entiende cómo tantas personas cometieron a la vez un error de cálculo que ahora se ha revelado tan mayúsculo sin que en ninguno de ellos afloraran las dudas de si estaban haciendo lo correcto. Griñán, en el ocaso de su carrera a pesar de la bisoñez política que exhibe, tenía tan poco que ganar (un puesto sin poder real con el que hubiera salido ganara quien ganara) que no se entiende que embarcara a sus leales en una apuesta tan arriesgada a una sola carta. Y no era una cuestión de principios, porque nada de eso se ha ventilado en el congreso federal de Sevilla.
Vistos en perspectiva, gestos como el de la foto de los 33 delegados y 44 alcaldes de la provincia de Sevilla arropando a Carme Chacón se antojan excesivos y a todas luces contraproducente: reforzó el convencimiento de los partidarios de Rubalcaba, que pudieron presentarse –ellos, que han gobernado el partido a sangre y fuego– como mártires de la situación.
Susana Díaz, acaso la dirigente socialista andaluza que más abiertamente ha trabajado por la candidatura de Carme Chacón, redobló la apuesta porque tenía tanto que ganar que se entiende la muy ambiciosa postura personal buscando ascender escalafones a la carrera por méritos contraídos en la refriega con los rivales del partido. Lo que no se entiende ni bien ni mal es que Griñán se dejara arrastrar en esa alocada apuesta y embarcara a todos los suyos en la nave de la candidata perdedora.
La secretaria de Organización del PSOE andaluz ha tenido permiso para maniobrar a sus anchas en pos de su propio ideal. Por eso mismo sonaban tan falsas sus declaraciones al día siguiente de quedar frustradas –por el momento, que la vida dentro de los partidos es muy larga y da muchas vueltas– todas sus aspiraciones: «Si algo nos caracteriza a los socialistas andaluces es que llegamos a los congresos desde la libertad de expresar cada uno aquello que cree que es mejor para los intereses del partido, pero una vez que se toman las decisiones salimos unidos en torno al proyecto». Ni es verdad que hayan salido unidos, ni es cierto que se ha potenciado la libertad de expresión ni mucho menos es auténtico ese afán de reescribir la historia del PSOE andaluz caracterizando a la organización como un amigable club de intercambio de pareceres en vez de un partido de rigurosa vigilancia de la ortodoxia sin sitio para lod disidentes.
A cincuenta días de unas elecciones en las que los socialistas se juegan la vida y la hacienda, todo lo que pueden ofrecer a la militancia y al conjunto de la ciudadanía es una colección de ballenas varadas descomponiéndose al sol en la orilla equivocada. Y todavía sigue siendo un misterio qué lleva a los grupos (humanos y de cetáceos) al suicidio colectivo.
javier.rubio@elmundo.es
6/2/12


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