CINCO AÑOS es apenas un suspiro en la vida de nuestras ciudades milenarias, levantadas –habría que decir también destrozadas– piedra a piedra durante siglos con la misma paciencia que un río horada los cantos rodados de su orilla. Entre nosotros, para calibrar el paso del tiempo recurrimos a la medida de las cosas extraordinarias y a nadie se le ocurre sacar una procesión en noviembre porque haga un lustro de nada (aunque todo se andará). Vamos, si ése fue el tiempo que estuvo el Cachorro sin llegar a la Campana no hace tanto…
No en todas partes tienen este reloj de arena inagotable para medir el tiempo sin pausa. En Madrid, sin ir más lejos, cinco años les parece una eternidad. La nueva delegada de Urbanismo y Vivienda, Paz González, ha proclamado nada más tomar posesión del cargo su determinación de ponerse manos a la obra para tener listo antes del final del mandato de esta corporación un nuevo Plan General de Ordenación Urbana que venga a sustituir al vigente de 2007 al que considera «viejuno» porque está «superado por el tiempo». Y se van a poner manos a la obra para tener un avance antes de fin de año, que ya es correr con la de tiempo que estuvimos aquí mareando la perdiz con los puentes de lunares y otras chucherías con las que nos divertían para escamotearnos el rascacielos y recalificar medio Nervión sin decir antes ni pío, por ejemplo.
El PGOU vigente en Sevilla es de un año antes, 2006, por lo que podemos considerarlo incluso más «viejuno» que el que rige en la Villa y Corte. Y no es que esté superado por el tiempo, es que está achicharrado por la crisis: todos los desarrollos urbanísticos que preveía están en veremos, no sólo (que también) porque el Ayuntamiento se haya pulido el dinero adelantado por los promotores para los sistemas generales, sino porque al precio del metro cuadrado con el que se calculó el PGOU no hay quien ponga un ladrillo sin perder hasta la camisa.
Zoido alcalde y su edil Maximiliano Vílchez han mandado el mensaje de que van a retocar aquí y allá el plan mediante modificaciones puntuales para que les cuadren las cuentas a los promotores, pero se han cuidado mucho de poner patas arriba todo el entramado.
Para eso se precisa más ambición. Como la que exhibe Londres, decidido a convertir el East End en un conglomerado de empresas dedicadas a las nuevas tecnologías capaz de rivalizar con Silicon Valley aprovechando el tirón olímpico. El negocio no está en los pisos de lujo, sino en el lujo de empresas que inviertan. A ver si aquí sonara la flauta…
javier.rubio@elmundo.es
27/1/12


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