Cardo Máximo

La web de Javier Rubio: Columnas periodísticas, intervenciones radiofónicas, escritos…

Sonámbulos de Verdún

EL LIBRO está a punto de llegar a los ojos del lector, pero él no lo sabe.

El volumen «corre despiadado hacia su cabeza, ansioso por atravesar la piel, el cráneo y horadar el cerebro tibio y gelatinoso lleno de audaces y enrevesadas circunvoluciones, un cerebro trabajado, el clásico cerebro de una persona que piensa demasiado o cuya imaginación es fabulosa. Parece un jardín laberíntico en el que ahora mismo hay un recuerdo que se pasea». El libro se llama El sonámbulo de Verdún  y lo ha escrito (y reescrito y vuelto a reescribir) Eva Díaz Pérez, que se sienta un puñado de mesas más allá en esta redacción para que nadie se llame a engaño con este artículo.

Y para que quienes se lancen de cabeza al libro tampoco puedan alegar publicidad engañosa, lo primero que hay que decirles es que no es fácil. Incluso para leerlo provisto de un rotulador rojo como fue mi caso. Lo cual supone un doble mérito en los tiempos actuales debido a partes iguales a la autora y a la editora. ¿Libro arriesgado? Basta con oír a quien lo ha concebido y parido para darse cuenta de la tierra que ha puesto de por medio con la moda literaria por excelencia: «El de la novela histórica me parece un género anquilosado en el siglo XIX y eso me rebelaba».

Así que la chica se hartó de rosacruces y sociedades secretas que guardan manuscritos en las pechinas de las iglesias y se fue a Verdún. A Croix de Roussieux, a la Voie Sacrée y su imparable circuito de abastecimiento, al heroico fuerte Vaux, escenarios de una guerra que los españoles sólo conocemos de oídas y que nos suena lejana. Y a Viena y a Praga, a esa Mittleuropa que vista de Sevilla se antoja el folleto de un viaje de placer en verano.

Sólo que en este periplo que le aguarda, el lector no va a encontrar deleite alguno salvo el de la excelente literatura, porque la novela desciende a los infiernos de la locura, de las trincheras infestadas de ratas, de las casas de reposo con los amputados en el frente, de las miserias que se esconden tras el oropel de una Europa que se derrumba casi al mismo tiempo que todo alrededor de ese epicentro de la degradación moral que es Verdún.

La historia –o su explicación, para ser más exactos– sólo admite una objeción. Señala la autora la Gran Guerra como «la última guerra romántica», condición que casa mal con la carnicería en que la convirtieron los miopes estados mayores que la alentaron y la falta de entusiasmo de quienes la pelearon. ¿No se ajusta mejor esa calificación embellecedora a nuestra Guerra Civil con sus ideales inflamados?

Sumérjanse en El sonámbulo de Verdún. Les aseguro que quedarán también sin dormir porque no podrán dejar de leerla.

javier.rubio@elmundo.es

25/11/11


Comentarios

Deja un comentario