A LOS INQUILINOS de las viviendas de promoción pública les va a tocar pagar más por el techo bajo el que se cobijan. No es que les vayan a aplicar el renacido impuesto de Patrimonio porque, en puridad, ni siquiera son propietarios de los pisos que ocupan. Pero su efecto en el bolsillo de estos contribuyentes será mayor que el del rescatado tributo a los patrimonios mayores de 700.000 euros. Porque unos pueden permitírselo y otros no, así de sencillo.
La Junta de Andalucía ha decidido que cada arrendatario abone su impuesto de bienes inmuebles que la Consejería de Obras Públicas venía satisfaciendo religiosamente a los ayuntamientos andaluces en los últimos tiempos. Así que le prorrateará en la mensualidad que le pasa al cobro (entre 248 y 285 euros de cuota) la contribución urbana que hasta ahora venía asumiendo la Administración autonómica sin rechistar como hacen los dueños de los pisos que se alquilan, según el hábito consuetudinario.
Da la impresión de que la Hacienda autonómica está rebañando las zurrapas ante la falta de ingresos para sostener los presupuestos y cualquier cantidad es bienvenida: sea lo mucho o sea lo poco. Por eso se han lanzado a cobrar el recibo del IBI de 2010 antes de exigir el pago de los años venideros. Hay que arañar ingresos como sea.
Lo más desvergonzado, como bien explicaba ayer el alcalde Zoido, es el descaro con que se le piden bonificaciones a la Administración de al lado mientras se niegan en la propia. ¿Podrá haber alguna vez lealtad -no ya cooperación como exige el mandato constitucional- entre las administraciones públicas en vez de esta rebatiña en la que unos y otros se parapetan y toman como rehenes al sufrido contribuyente?
Esta vuelta de tuerca de la presión fiscal justo a quienes menos capacidad de respuesta tienen no aparecerá en ningún telediario, ni será motivo de encendido debate entre los candidatos de las elecciones generales del 20 de noviembre. Los políticos (con independencia del color con que se vistan) hacen sonar el cuerno cuando se lanzan a la caza del rico. Está bien visto, da votos y tranquiliza conciencias. Pero la caza del pobre la llevan a cabo a cencerros tapados para que nadie pueda echarles en cara que aprieten a quienes menos tienen. Pero en muchos casos, 20 euros fijos más de abono al mes suponen un quebranto en la economía familiar que no sentirá el potentado. Leen al revés el verso de Federico: ¡qué blandos con las espuelas!, ¡qué duros con las espigas!
javier.rubio@elmundo.es
27/9/11

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