NO SÓLO HA cambiado el equipo de gobierno municipal tras las elecciones del 22 de mayo. Ahora sabemos que también ha mutado el género literario con el que toca escribir la crónica del consistorio sevillano a diario. La irrupción de la concejal Evelia Rincón denunciando la presunta intrusión en la sede del distrito Macarena se interna por los derroteros del ‘thriller’ policiaco, con su bella ‘femme fatale’ aquí morena en vez de rubia acudiendo a los investigadores, sus policías escépticos y descreídos a lo Dashiell Hamett, su coro de testigos que no aportan nada a la historia y sus titulares de periódicos teñidos de amarillo. Pura novela negra, vamos.
Hasta ahora, el género de preferencia de la crónica municipal había sido la novela picaresca, con sus perillanes y sus fulleros que metían el dos de bastos para sacar el as de oros. En esas novelas de rufianes y trileros cabían las facturas falsas otra vez del distrito Macarena, las cubiertas de la copa Davis que desaparecían, los primos a los que se les encargaban trabajos de pega para cobrar de verdad y una catarata de pillerías en las que el anterior equipo de gobierno municipal había sobresalido destacadamente.
Eso y la novela judicial, con sus condenados por confiados, sus prófugos huidos de la Justicia, su pasilleo en los juzgados y sus declaraciones ante los magistrados. Lejos de agotarse el género, tiene en el ‘caso Mercasevilla’ un filón, por el momento inagotable.
Pero esta historia de suspense no la habíamos tenido nunca. Es una novedad más que nos ha traído la barrida de Zoido Alcalde.
Lo que todavía no tenemos posibilidad de saber es si la novela negra que acabamos de estrenar deriva en el subgénero del espionaje, como aquellos seguimientos acreditados de los presidentes de las cajas de ahorro que fueron la madre de todas las disputas judiciales, o en el cómico, con puertas laterales a las que no se les cambia la cerradura y que luego los intrusos se olvidan abiertas y sellos de registro que nadie cae en la cuenta de volver a la fecha actual.
De momento, lo que tenemos es una intriga propia del inspector Clouseau por lo abiertamente chapucero y lo inverosímil que resulta todo. Está por ver que no se trate en realidad de un ‘McGuffin’ como de los que solía echar mano el maestro del cine de suspense, Alfred Hitchcock, para mantener la tensión en el patio de butacas aunque éste se quedara colgado de una intriga que no iba a ninguna parte.
7/7/11


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