LOS AMERICANOS, tan dados a darle nombre a todo lo que se mueve en torno a las consultas democráticas, lo llaman ‘landslide’. Eso es lo que ha pasado aquí: un corrimiento de tierras, un terremoto, un movimiento de las placas sociales que desliza el voto de una a otra fuerza y le da a una lo que le quita a la rival. Técnicamente se le puede poner algún reproche porque 20 de 33 concejales no es una suma tan apabullante, pero en Sevilla nunca se había visto tal cosa y es desde ahora es nuestro particular landslide.
Y encima, el impresionante testimonio videográfico del compañero Fernando Ruso nos presenta al tío que ha conseguido esa hazaña que nos parecía inalcanzable: «Vámonos», le dice a su hijo mayor, y se va a derribar el mito de que la abstención favorece al PP, el de que los barrios populares nunca dejan de votar al PSOE, el de que la Alcaldía se iba a decidir por 2.500 votos, el de que los populares ya han movilizado a todo su electorado y ya no pueden crecer más y el de que Zoido ha llegado a su techo mucho antes del día de las elecciones. A la basura con todo eso: el antihéroe de esta historia, nuestro Leopold Bloom que en vez de desayunarse con riñones de cordero a la plancha lo hace con tortas de aceite, acaba de enterrar unos cuantos apriorismos que se mantenían indiscutibles por pura pereza intelectual.
El primer atisbo de que se avecinaba una fuerte sacudida electoral lo tuvieron los asistentes al acto de presentación de la biografía de Zoido. Aquel día, el hotel NH Convenciones se quedaba pequeño para la cantidad de gente que quería saludar, implorar, manosear, abrazar, sermonear, fotografiarse o tocar al candidato. Y no sólo gente corriente, sino también principales que tenían mucho que agradecerle al rival y a su partido. En aquel salón olía a napalm, el olor de la victoria que el mentón al viento de Robert Duvall husmeaba en el ambiente con la llegada de los helicópteros del Séptimo de Caballería en ‘Apocalypse now’.
Sí, el PP se había amunicionado con agente naranja, pero lo que nadie podía intuir en noviembre es que los vietcongs se dejaran pillar como conejos en vez de emboscar al enemigo usando para ello la ruta subterránea Ho Chi Minh. Y pegándose tiros en el pie como Moriña.
Zoido se había ganado la mayoría absoluta a pulso, pero los concejales 19 y 20 son regalo de Espadas. Ahora, tras el landslide, a éste sólo le queda decir como Robert McNamara, el secretario de Defensa de Lyndon B. Johnson, cuando profetizó en descargo de la decisión de usar defoliantes: «Algún día, el delta del Mekong florecerá como el valle del Misisipí». Para eso, antes tienen que correrse las tierras.
javier.rubio@elmundo.es
24/5/11

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