DE ACUERDO. He escuchado vuestro mensaje, pero no con el cinismo de Felipe González cuando el abotargamiento había desdibujado la figura de aquel soplo de aire fresco que representó en el panorama político español. Entre vuestras exigencias y los anhelos de quienes estuvieron en aquel mitin del campo de la Feria con los ojos llorosos por todo lo que habían sufrido en sus vidas, creedme, de verdad que no hay tanta distancia. Luego se fueron desconchando los sueños y nos quedó esta democracia imperfecta que ahora pretendéis volver del revés como un calcetín. Bueno, es vuestro derecho.
Por mi parte, estoy dispuesto a la autocrítica, a admitir que los periódicos le dedicamos demasiada atención y demasiado espacio a unos políticos que no se lo merecen. Que hemos olvidado las preguntas claves que se hacen los ciudadanos y sólo formulamos las que a nosotros nos convienen en nuestra comodidad de instalados en el sistema endogámico del politiqueo de consumo propio. Sí, tal vez por eso haya caído dramáticamente el índice de lectura de periódicos y la credibilidad de quienes los hacemos esté por los suelos. Todo eso estoy dispuesto a admitir después de que vuestra andanada libertaria y utópica me haya desarbolado. Lo acepto. Touché.
Pero en reciprocidad también vais a tener que hacer vosotros un poco de autocrítica. Está muy bien pedir la luna o escarbar debajo de los adoquines romanos del Antiquarium de la Encarnación por si os han escamoteado una playa, pero ¿qué es eso de «libertad de prensa» en vuestro documento programático? ¿No puede publicar quien quiera un blog con lo primero que se le ocurra?, ¿detienen a alguien por expresarse como guste sin traspasar las barreras del Código Penal?
¿Y qué es exactamente «ley de independencia de los medios de comunicación»? ¿Independencia de quién: de los poderes establecidos, de sus accionistas, de su audiencia, de los políticos, de los anunciantes?
Algunos presumimos de ser periodistas independientes. Sí, estamos atados a un salario que nos paga el patrón, pero no nos sometemos a los políticos y los fustigamos a diario. Y eso tiene un coste. Descubrimos sus chanchullos y desnudamos sus vergüenzas, ¿o es que creéis que criticar a Chaves, sacar a la luz pública los enjuagues de sus hijos, no nos ha costado mucho esfuerzo y hasta penas de banquillo a Rosell y a Caraballo?
Y vosotros, ¿dónde estábais entonces? ¿Crecía vuestra indignación mientras leíais a diario las revelaciones periodísticas?
javier.rubio@elmundo.es
20/5/11

Deja un comentario