A MUCHOS LES rejuvenece tumbarse bajo las setas de la Encarnación a expresar su malestar genuino y a uno lo envejece profundamente: la muchachada de Democracia Real Ya me ha echado un montón de años encima porque no acierto a explicarme de forma coherente qué quieren exactamente y contra qué protestan más allá de apelaciones genéricas que podría suscribir cualquiera. Ya digo que no los entiendo y eso es síntoma de que voy para viejo. Tampoco es tan grave: la biología hace su trabajo paciente pero incansablemente.
El paso del tiempo nos emputece a todos, ustedes perdonen por señalar. Y tendemos a creer siempre que nos han robado o nos hemos dejado robar la inocencia, la virginal ingenuidad con que echamos el primer voto en la urna: no es que creyéramos en ellos, ¡es que creíamos en nosotros!; ahora, ni eso.
Entonces, el alcalde Manuel del Valle nos parecía maniobrero y rodeado de golfantes y pícaros, pero hoy tiene la altura de un estadista con una visión de la ciudad que ya quisieran muchos en su partido y en la oposición. Será cosa de la edad: la de él y la de un servidor.
A Del Valle nunca se le oyó decir la estupidez esa del portavoz municipal, Alberto Moriña, de que, si pudiera, el PP fusilaría a los socialistas. Entre otras cosas, porque su familia sabía de sobra qué significa eso. Ni mucho menos, la disculpa a rastras -«si de alguna manera el PP ha podido sentirse ofendido por dicha frase»- de que era una expresión retórica, en absoluto literal. ¡Acabáramos! ¿hacía falta esa aclaración o nos toma por idiotas?
Moriña tiene edad (33 años recién cumplidos) y estudios (licenciado en Historia) para estar tan quemado como esos indignados que quieren acampar a toda costa en la plaza de la Encarnación. Sólo que él se ha sabido labrar un camino en la política municipal, quién sabe si con más altas miras en el futuro. De más sabe que el exceso verbal del martes, lejos de convertirse en una rémora en su carrera política, le hará subir enteros dentro de su organización. No fue un desliz, sino una prueba de iniciación: al cachorro le han salido los dientes, ya puede ser admitido en el grupo de los que salen a morder.
Moriña me ha hecho sentir morriña -disculpen la paranomasia, pero a estas alturas de la campaña empiezan a fallar las neuronas- de otros tiempos. Estoy loco por estrecharle la mano a Del Valle (cómo aprieta) y darle las gracias por haber sido mi alcalde aunque nunca votara por él. Moriña no me representa, pero él sí lo hizo. Será cosa de la edad, ya digo.
javier.rubio@elmundo.es
19/5/11

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