ESTABA ALLÍ cuando llegó el comandante y mandó parar. Y dejó de estar allí cuando el comandante mandó que se largaran. Hace un mes dejó también de estar aquí con la pena de no haber visto caer la dictadura en la isla con más longevos del mundo después de la de Okinawa, donde la dieta hipocalórica a base de pescado crudo y arroz hervido los hace perdurar más que en ningún otro sitio del planeta. El caso es que ni Cuba es ya lo que era, ni mucho menos cuando él estuvo allí y vio con sus propios ojos que la primigenia revolución nacionalista tomaba la deriva del marxismo-leninismo al año o así de que los barbudos entraran en La Habana.
El último viraje revolucionario -«Patria o muerte, venceremos»- lo hubiera dejado aún más perplejo porque, a diferencia de los irredentos castristas sevillanos, tenía ojos en la cara y entendimiento suficiente para calibrar la monumental estafa cometida por estos advenedizos de la historia apedillados Castro. Resulta que en los nuevos «Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución» -incluso los títulos aburren, de tanta prosopopeya como suelen gastar-, hasta el congreso del Partido Comunista Cubano ha admitido la posibilidad de «liquidación judicial» o transformación en «entidades de gestión no estatal (privada, cooperativa o mixta)» de aquellas empresas públicas que -ojo al eufemismo- presenten «pérdidas financieras recurrentes». O sea, que no sean rentables y haya que estar inyectándoles dinero a espuertas para mantener los salarios y la apariencia de que cumplen con un servicio público.
Vamos, que ni en Cuba quieren a las empresas públicas (allí todo es estatal) que arrastran déficits año tras año y cuyo balance sólo se equilibra a base de derramas periódicas a costa de los presupuestos de nuestros bolsillos.
Y entonces uno levanta la vista y contempla el panorama que arroja Giralda TV, la televisión pública municipal con sus horas y horas de emisiones banales y sus 4,5 millones de euros de pérdidas en 2010; o Lipasam, incapaz de cumplir su propio plan de saneamiento con 9,3 millones de euros de números rojos durante 2009; o en Tussam, a la que los ingresos atípicos de 2010 la han salvado de arrojar pérdidas el año pasado: 69.000 euros de beneficio frente a los 52,2 millones de euros perdidos en 2009.
Y ahora, si quieren y tenemos tiempo libre, hablemos de agendas ocultas, de privatización de empresas públicas y de los Castro, cuya caída no alcanzó a ver Marino Juan Antonio. Qué injusta la vida.
javier.rubio@elmundo.es
11/5/11

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