ENTRE LAS MUCHAS majaderías que han podido escucharse la semana pasada a cuenta de la lluvia, la más absurda es esa que proclama que si la Semana Santa se celebrara en agosto, también llovería, lo cual desmiente categóricamente la estadística, que es la única ciencia que viene en nuestro auxilio habida cuenta de que no hay nadie capaz de prever cómo será el tiempo el día que la Virgen de Regla le toque pasearse (o lo que le dejen) por la Castellana de Madrid. Sólo un escalón por debajo de esa boutade está la de considerarnos todos meteorólogos aficionados porque tenemos acceso a los mapas de los radares de superficie, los de presiones en altura y leemos las tablas de temperatura. Para obtener el supuesto máster en una semana, nos falta convalidar la asignatura de los porcentajes: todavía hay quien cree que un 50% de probabilidad de precipitaciones se corresponde con alguna de las dos posibilidades (en esto de probabilidad/posibilidad también necesitamos mejorar) existentes: que llueva o que no lo haga.
En fin. Como para ser meteorólogo hay que saber de geofísica, hídrica, astronomía y fenología, entre otras materias, limitémonos los profanos a dejar constancia de que los 79,7 litros por metro cuadrado de lluvia registrados no dan para pasar a los anales del clima por mucha pascua que hayan hecho.
En el mes de abril de 1923 cayeron 208,5 milímetros de lluvia a lo largo de 20 jornadas seguidas con precipitaciones, pero como la Semana Santa cayó en marzo íntegra, se salvó; el día más pluvioso del siglo está fechado el 18 de abril de 1953, pero para entonces ya estaba Sevilla en Feria; el más caluroso, el último día de abril de 1997 –justo un mes después del Domingo de Resurrección– con unos sofocantes 34,8 grados; el más frío, el 14 de abril de 1958 con 1,4 grados.
Vamos, que ha sido un mes medianito: está cerca del promedio de días lluviosos y de la precipitación media mensual, con 65 milímetros de lluvia, frente a los 80 de la semana pasada. Lo que sí fue clave fue la distribución horaria de los chubascos. El Viernes Santo fue el único día en que estuvo lloviendo madrugada, mañana, tarde y noche, mientras que el martes, el jueves y el sábado, las precipitaciones se concentraron de mediodía en adelante, justo cuando más daño podían hacer.
Eso es lo que dicen las estadísticas. Pero en ningún sitio está escrito que los cabildos de oficiales se la jueguen a cara o cruz, se arriesguen o hagan el ridículo. Y para eso no hace falta ni ser meteorólogo.
27/4/11


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