ELIGIÓ AUSENTARSE de la magna representación de una inauguración en la plaza de la Encarnación porque entendió que era el momento del alcalde Monteseirín. Ahora parece que empieza el suyo… si el que se sienta en el sillón de la Alcaldía hace el favor de retirarse un poquito y deja de acaparar los focos por cualquier motivo. Si alguien admite que el reparto de los tiempos entre el alcalde y el candidato Juan Espadas estaba pactado, ¡cómo serán las disputas entre socialistas!
Pero bueno, ahí está el hombre, haciendo lo que puede -un día en el programa de televisión de Paco Robles y otro en Antares- y lo que le dejan: diciendo con la boca chica que las setas están muy bien y dándose un atracón de efecto Guggenheim antes de ponerse serio. Lo que pasa es que en Espadas, lo serio se confunde con lo aburrido. Lo confesó en la tele el martes: «Soy muy pesado con el proyecto metropolitano». Y que lo diga.
Espadas se empeña en generar ilusión, habida cuenta de que no puede vender buena gestión de su antecesor en el cargo, pero le ocurre como a esos matadores de toros pegapases que insisten en la cara del toro, venga a dar muletazos, una tanda y otra tanda, adornándose con más entusiasmo que otra cosa, pero sin transmitir a los tendidos. Tampoco es que el que está enfrente sea un político brillante y arrebatador en su discurso, pero por lo menos le lleva cinco años de ventaja pateándose la ciudad.
Ayer, Espadas estuvo en Antares. Ni bien ni mal. Saludos desde el tercio. Se acordó de Fernando Guerrero y Lele Colunga para congraciarse con el auditorio y entró en materia: usos productivos para la fábrica de tabacos de Los Remedios, la Fábrica de Artillería de San Bernardo, las naves de la avenida de la Raza, e incluso Tablada, donde quiere instalar de todo, hasta un huerto solar: horror vacui urbanístico.
Y más área metropolitana, más servicios sociales, más andanadas al «relojero» del PP, más congresos de 3.000 participantes (bueno, alguno, porque de momento llevamos una década soñando con ellos), más conciertos de rock en el estadio de la Cartuja y más descentralización para que en los distritos los partidos políticos se lo guisen y se lo coman sin demasiado ruido.
A Espadas se le acaba el tiempo y sigue sin vérsele un gesto de que va por el encuentro y no a especular con la victoria por la mínima que trae de la ida. Acaso lo más parecido que se le ha escuchado ha sido esto: «El momento de la ciudad está para que gobierne un solo partido». Ya está bien de reparto del poder en coaliciones con compartimentos estancos. Aunque eso, paradójicamente, le llene el zurrón a Zoido.
1/4/11


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