Cardo Máximo

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Bien por Espadas

El candidato socialista a la Alcaldía, Juan Espadas, ha obrado el extraordinario (por infrecuente y desacostumbrado) prodigio de concitar alabanzas a derecha e izquierda en la prensa sevillana. Bien por Espadas, que estaba necesitado de aire fresco en medio de los vapores tóxicos que desprende su partido en las últimas semanas.

Pero el hecho de que todos los comentaristas políticos locales ensalcen su gesto no tiene por qué traducirse en más votos cuando se abran las urnas. De hecho, incluso podría resultar contraproducente si esa independencia de criterio la llevaran al extremo unos decepcionados militantes de base que cifran sus expectativas laborales en hacerse un hueco en el organigrama municipal.

El hecho de incorporar hasta cuatro personas independientes (sin militancia en el partido, vamos) entre los seis primeros puestos de salida es una estupenda noticia no sólo para el aspirante y su partido, sino para los ciudadanos de Sevilla, sean o no votantes del PSOE en la cita con las urnas.

Con el gesto de incorporar a la periodista Mercedes de Pablos, al magistrado en excedencia Eugenio Suárez-Palomares, la empresaria Susana López y el ex director de Turismo Antonio Muñoz, Espadas lanza dos mensajes, cada cual más interesante. Hacia dentro de su propio partido, el candidato transmite una fortaleza que Monteseirín, siempre tan acomodaticio a lo que dispusieran para él, nunca transmitió. Y, de paso, acaba con una forma de hacer política que Manuel Chaves había llevado al paroxismo con un reparto de cuotas de poder para garantizarse una estabilidad entre los iguales competidores por debajo de él.

Chaves ensayó hasta la extenuación esta fórmula con sus gobiernos, en los que bastaba ser chica despabilada y de Huelva para encargarse del medio ambiente aunque no se tuviera ni repajolera idea de nada. Llevado al microcosmos de la política local, la lista de las municipales abundaba en estos equilibrios entre agrupaciones de distrito para contentar al mayor número posible de militantes deseosos de encaramarse a un cargo con independencia de su valía.

Hacia fuera del PSOE, sea cual sea el resultado que obtenga, la lista de Espadas va a elevar considerablemente el nivel de la clase política municipal. Los sevillanos -del PSOE, del PP o de peñas de fútbol- deberían estar brindando por haber barrido del consistorio a tipos como Francisco Fernández y Alfonso Mir, cuya probada incapacidad en la gestión sólo palidece a la luz de su atrevimiento para pretender seguir como ediles.

Por supuesto que la independencia no es garantía de capacidad y mérito para gobernar como es debido un área municipal. Pero lo contrario de este aserto está más cerca de ser verdad: la militancia ciega suele ser garantía de incapacidad, disfrazada de soberbia intelectual, osadía de la ignorancia y prepotencia con el adversario.

Sin mentiras

Es casi seguro que Mercedes de Pablos -me refiero a ella porque tengo el gusto de conocerla personalmente de antiguo- sepa tanto de aparcamientos subterráneos como su predecesor cuando se hizo cargo, pero de lo que no hay duda es de que será difícil sorprenderla enredada en sus propias mentiras, comunicando plazos erróneos o falseados a sabiendas, negando la evidencia ante los vecinos y replicando a la oposición con esa chulería de quien tiene el cargo político como único salvavidas laboral. Algo, y mucho, vamos a ganar con el cambio, sea desde el gobierno municipal o desde una oposición respetuosa y bien encarada.

El movimiento de Espadas entraña sus riesgos, a qué negarlo. Pero el candidato -un tipo sensato como se vio en el debate televisivo- ha aprovechado al máximo la ventana de oportunidad que le ha permitido las horas bajas en que vive el secretario provincial José Antonio Viera, más preocupado por defender su honor que por otra cosa en estos momentos.

La lista es suya. Y de Susana Díaz, que acabará dando jaque al rey después de merendarse la torre de Viera. Pero puede que decenas de militantes de base que confían en el líder de su agrupación para que los coloque a ellos o a sus familiares de peones, subalternos o profesores de talleres de distrito no la vean como propia y se desentiendan de una campaña electoral de la que ellos, esta vez, no aspiran a sacar tajada.

Claro que ése será el problema del PSOE, de sus cuadros y de sus arrimados. Para los ciudadanos del común, la lista de Espadas no puede significar otra cosa que el comienzo de un cambio a mejor en la forma de gobernar la ciudad.

Ahora sólo falta que la sensatez demostrada al confeccionar la lista se traslade a las promesas electorales y dejemos de oír pamplinas como la del centro de interpretación de la tapa. Para esa fruslería no hace falta convencer a Suárez-Palomares para que se comprometa en una lista.

javier.rubio@elmundo.es

21/2/11


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